1. No estás insatisfecho con un dibujo terminado, incluso si en ese momento estás seguro de que no es el mejor.
2. Coges el lápiz con tanta naturalidad como coges la cuchara a la hora de comer.
3. Cuando visitas una galería o exposición, los cuadros que te gustan no te acusan con el dedo, por no ser tan bueno.
4. No te importa si a tu pareja, a tu abuela o al panadero de al lado le gustan tus dibujos.
5. Abres el armario para sacar un bloc nuevo y te horrorizas al ver que ya se te está acabando el suministro de papel.
6. Pones un segundo cuaderno de bocetos en tu maleta por si acaso.
7. Viajas con poco equipaje y dejas la cámara en casa en favor de un lápiz y un bloc de dibujo.
8. La mayoría de los libros de dibujo no te interesan, porque piensas que tu tiempo es demasiado valioso para copiar lo que otros te dicen.
9. Miras a las personas y las cosas como si quisieras dibujarlas, aunque no tengas un lápiz en la mano.
10. Tienes el deseo de mostrar o exhibir tu obra, no para que finalmente le guste a alguien, sino porque para ti es importante que sea vista.
11. Antes de empezar a dibujar, realmente no te importa si el dibujo sale bien o no.
12. Cuando has terminado un dibujo, no lo miras con escrutinio, sino con cariño.
13. Nunca dibujas en el reverso de un dibujo porque respetas cada dibujo individual (excepto en un cuaderno de bocetos, que es diferente, porque allí los dibujos individuales forman una secuencia narrativa, siendo el cuaderno de bocetos en su conjunto el que constituye la obra misma).
14. No quieres imitar a tus modelos artísticos. Simplemente, dejas que te inspiren a seguir tu propio camino.
15. Si por alguna razón no has dibujado en mucho tiempo y quieres empezar de nuevo, ignoras esa vocecita desagradable que te dice que no puedes y que nunca podrás, y simplemente empiezas a dibujar.